12 diciembre 2016

12:12

Los ojos con los que miro son también con los que me niego a ver. Lo que fluye fuera, lo que se remueve dentro. Somos selectivos. Escogemos nuestra versión de las cosas. Cada cual percibe su pequeña parcela de realidad y decide en qué medida desea contrastarla (o no) con el exterior. Esto es, con los otros. El otro se define, además, en relación con el yo. Elegimos por diferencia, por complemento. Pero elegimos. No tomar decisiones también es decidir. Quizá lleguen los fantasmas. O los piratas. O los ladrones. O el hombre del saco.

Porto, 2015

"Yo creo en el enemigo. Las pruebas de la existencia de Dios son frágiles y bizantinas, las pruebas de su poder todavía son más inconsistentes. Las pruebas de la existencia del enemigo interior son enormes y las de su poder abrumadoras. Creo en el enemigo porque todos los días y todas las noches se cruza en mi camino. El enemigo es aquel que, desde el interior, destruye lo que merece la pena. Es el que te muestra la decrepitud contenida en cada realidad. Es aquel que saca a la luz tu bajeza y la de tus amigos. Es aquel que, en un día perfecto, encontrará una excelente razón para que te tortures. Es aquel que te hará sentir asco de ti mismo. Es aquel que, cuando entreveas el rostro celestial de una desconocida, te revelará la muerte contenida en tanta belleza"
Cosmética del enemigo, Amélie Nothomb (2003)
London, 2016

No tomé ningún helado. Las fotos de hamburguesas y hot dogs estaban por todas partes. Miraba como si fuese espectadora de una película, quizá sin conciencia aún de que estaba dentro y no fuera. Y el conflicto era saber en qué punto pasé a formar parte de la ficción y en qué medida era protagonista o secundaria. No sé si leí el guión antes de empezar o me hice una idea equivocada e interpreté mal el personaje. De qué manera llegué a convencerme (o no) de que ese era el enfoque. Si escuché al director, si me guié por mis instintos. Si era una película anarquista en la que cada uno se movía por la escena según le parecía.

Quizá me perdí esa clase y ahora ya lo he olvidado. Quizá pensé que leer el guión estaba sobrevalorado o es que realmente nunca llegué a participar en la producción y sí que era parte del público, confundida por la catarsis, confundida creyendo vivir mi propia vida cuando se trataba de una ajena.