11 diciembre 2016

11:12

A veces cruzo la calle imaginando qué estará pasando al otro lado de mi pensamiento. Qué es verdad, qué es invención. Qué determina cuál es la verdad y cuál la invención. A qué saben las nubes, por qué bailan las manos, cuándo es el momento idóneo para cerrar los ojos. Qué es una tontería, qué es pura palabrería. Qué es lo auténtico, qué es la genialidad. Dónde está la línea que separa lo válido de lo inútil. Quién decide que lo que no sirve no sirve. Quién ha escrito el manual que rige nuestras acciones. Quién lee y sigue ese manual. Por qué los patos no pueden volar o las palomas mueven la cabeza al caminar. Está todo tan borroso y después tan nítido cuando me limpio las gafas. Dónde empieza y termina el libre albedrío. Quién nos persigue, quién nos obliga. Dónde está la tierra fértil en la que echar raíces, en la que levantar los brazos hacia lo azul y crecer y florecer y reír y llorar. 




Recuerda la mirada 
De los ojos de los gatos.
Las figuras de origami
Volando al estrellato. 
El cielo azul, impío,
Arañando los ratos
Atrasando su marcha.
Domo arigato.


A veces se me van las ideas a todo lo que no está sucediendo. Bien porque ya ha pasado o porque aún está por venir. Indago en la posibilidad. En qué hubiera pasado si. En qué pasará si. Y me tropiezo. Me enredo, me distraigo, me pierdo. El camino se dibuja sin flechas que marquen qué dirección seguir. Cuando aprendí a respirar, avanzar se hizo más sencilloLa anticipación nos entierra, nos encierra, nos aterra. Nos aleja de aquí. De esto que es ahora. Pensar en según qué tiempos verbales inhibe las preguntas más interesantes: aquellas que podemos responder o, al menos, en las que recrearse hace cosquillas.